En una vivienda de distribución anticuada donde los tonos oscuros y decoración recargada de otra época absorben la luz natural, una de las prioridades fue la de transformarla en un espacio donde a través de una nueva configuración de estancias y materiales, el aprovechamiento de la luz natural sea el máximo.
Dada la compleja planta de la vivienda y su alta compartimentación, se optó por deshacerse de un dormitorio individual cediendo este espacio al de salón comedor, el cual además se comunica con el recibidor mediante un panel móvil de tres hojas que una vez replegado genera un espacio de día mucho más amplio que el original. También se gana espacio para el dormitorio principal sacrificando algo de terraza, pero acercando más la estancia al exterior y por tanto generando una mayor iluminación.
El resto de piezas mantienen las dimensiones originales pero cambiando su configuración por una más funcional donde, a pesar de contar con la misma superficie, la sensación es que es mayor al estar más aprovechada.
Sin embargo igual de importante que la redistribución fue la homogeneización de los espacios desde los tonos y materiales empleados, a través de los que se buscó generar una imagen moderna y cálida, donde la luz natural bañe cada espacio.
Así el color blanco se impuso en paredes y techos, mobiliario y panelados de madera lacados, cocina o encimeras y aplacados de mármol macael, dejando destacar tan sólo algunos muebles vintage en el recibidor, o los sofás y mesa de comedor contemporáneos elegidos, mientras que en el suelo de toda la vivienda, excepto zonas húmedas, se colocó una tarima de madera de roble.
Cabe destacar la importancia de las texturas en paramentos verticales para romper la continuidad del color blanco, como es el caso de los paneles móviles alistonados que separan el salón-comedor del recibidor, así como los armarios con puertas ranuradas que se encuentran en la entrada de la vivienda.
